Motivaciones, forma y Estructura de los movimientos antirracistas en el ámbito de las migraciones
Los movimientos en defensa de las personas migrantes, resultan difíciles de definir en un mismo conjunto, pues contienen una gran variedad de matices que se entremezclan, y que no siempre son transversales y extrapolables en un ámbito generalizado. Esto se sustenta porque la finalidad de este tipo de grupos siempre resulta reactiva a un problema existente, cómo es en este caso el racismo estructural y social. Esta reacción, además, se produce en referencia a una situación que, pese a sostener grandes afecciones de clase, también tiene connotaciones totalmente transversales. En este sentido, la posición de autores cómo Tilly, C. (2003) o Castells, M. (2001), expresando la amplitud y la variedad de soportes de estos nuevos movimientos sociales, resulta lógica desde un punto de vista metodológico si tenemos en cuenta, del mismo modo, el carácter global de las problemáticas.
De las grandes problemáticas globales, salen precisamente grandes desafíos colectivos que constituyen importantes marcos de oportunidad, para este tipo de movimientos. Los desajustes producto de la globalización, la aparición de un flujo constante de crisis económicas durante los últimos años, y el auge de la movilidad migratoria, han estimulado durante los años 00’ una visión crítica sobre la población migrante que se ha introducido en el escenario de la polémica en la opinión pública. Este escenario alienta a la organización de movimientos en defensa de este tipo de población, que, a su vez, también se encuentra con la capacidad de aglutinar grandes cadenas de apoyo, sobre un enemigo común en términos de Della Porta, D., & Diani, M. (2011), que no es otro que el racismo institucionalizado en la sociedad y en las estructuras de la misma, teniendo en cuenta la dialéctica antirracista de Mullings, L. (2013).
Este es uno de los puntos diferenciales de los movimientos antirracistas actuales, respecto a otros acontecidos durante el siglo XX, puesto que estos primeros se construyen desde la perspectiva de la migración y bajo la intención de aplicar los principios de interculturalidad en un marco de igualdad entre culturas dentro del territorio de acogida. La óptica antirracista, es por lo tanto, un marco de referencia en términos de moralidad y de doctrina común, no obstante, también constituye un eje vertebrador que no es un fin en sí mismo. Para ello se establecen diferentes ramas específicas dentro de este tipo de movimientos, que en gran parte de las ocasiones actúan en comunión y que se efectúan sobre los diferentes problemas que atañen al concepto de la desigualdad racial y a la base de la condición ciudadana. En este sentido, es posible determinar la existencia de tres grandes espacios conceptuales dentro de este ámbito, que son los siguientes:
Espacios de Difusión teórico-social: Movimientos cuyo objetivo es establecerse cómo canales de representación política, de mediación o de sensibilización social, con la finalidad pedagógica de confrontar el racismo desde una visión constructivista, partiendo del análisis social cotidiano y del control del lenguaje discriminatorio.
Espacios de Confrontación sobre las desigualdades materiales: Movimientos en contraposición a las desigualdades, tanto globales, contemplando los movimientos de alter globalización, cómo locales, a través del ejemplo de movimientos migrantes en Cataluña a principios de los 2000 cuyo objetivo era la regularización de su condición de ciudadanía y el acceso a los recursos públicos básicos, en el propio territorio.
Espacios de cuestionamiento: Movimientos fundamentados en el revisionismo cultural, y en el análisis histórico y enraizado de la discriminación.
Del mismo modo este movimiento amplio fundamenta su acción colectiva en la intervención social y asistencial sobre población migrante, dentro del marco institucionalizado de las ONG’s y de los servicios públicos de acogida, y en la protesta, sobre los principios de reivindicación, expectativas de éxito y de visibilidad en los medios de comunicación (Klandermans, B. 1994).
Dentro de este tipo de movimientos, la protesta es una herramienta estructural básica con la que realizar una acción colectiva, eso es debido a la posición de subalternidad de la población migrante y racializada, dentro de los países de acogida. En este sentido, dentro de un contexto desigual, la presión es el único mecanismo que aporta un avance real del movimiento, ya sea a través de la acción de protesta directa o de la actitud reivindicativa a nivel individual.
Centrándonos en el ejercicio de la protesta, podemos ver que estos movimientos suelen hacer gala de un gran repertorio de acciones, desde la ocupación de espacios hasta la realización de performances artísticas o la convocatoria de concentraciones y grandes manifestaciones. En este sentido, siempre son elementos que persiguen un valor reivindicativo y subversivo. No obstante, pese al carácter de confrontación dialéctica, estos movimientos rara vez hacen uso de la violencia colectiva de un modo directo.
La difusión cómo eje representativo
El gran alcance de la difusión a través de redes sociales y de los medios de comunicación en la actualidad, particularmente a través de internet, abre en los movimientos en defensa de las personas migrantes, un espacio de denuncia y reivindicación mucho más amplio del que podía imaginarse durante los primeros grandes movimientos globales, en el ámbito del antirracismo y de los derechos humanos situados entre los años 1970 y 1980, porque supera el espectro de la militancia directa y permite hacer llegar el mensaje a un público general. Esta interconexión social, fomentada por el ciberactivismo, a la que hace referencia Vallverdú, J. (2011), promueve la construcción de un marco comunicativo regido con el fin de ampliar bases, partiendo de la afinidad y de la congruencia (frame bridging) o incluso de una equidistancia inicial, que se va diluyendo a partir del conocimiento sobre un movimiento con el que no se había coincidido en un marco ideológico anteriormente, ya sea por desconocimiento o por ciertas discrepancias (Frame extension).
Lo que queda meridianamente claro en todo este nuevo espacio de transformación, es que la estructuración del ciberactivismo, dentro de la sociedad red, entendiéndose ésta, desde la perspectiva de Manuel Castells (2001) en la que se define a “una acción comunicativa que supone la conexión entre redes de redes neuronales de los cerebros estimulados por señales de un entorno de comunicación a través de redes de comunicación”, supone una gran potencialidad en cuanto a alcance.
Del mismo modo, es importante tener en cuenta que dicho alcance modifica de manera reseñable la composición del grupo, así como la cultura común del mismo, pues la comunicación se absorbe desde la individualidad. Volviendo al concepto de sociedad red de Castells, podemos ver cómo el espacio cibernético se convierte en un campo que podemos adaptar a nuestras preferencias, y en el que, por lo tanto, solo conectamos de manera directa con las mismas a partir de nuestras afinidades. A su vez, en materia de sensibilización, también permite a los movimientos antirracistas, y a los defensores de los derechos de las personas migrantes, conectar con un público extenso que no se encuentre dentro del colectivo afectado, pero que manifieste un apoyo o participe activamente en estos grupos, incluso llegando a ser parte de ellos, pese a no sufrir, como decíamos, de manera directa lo que se está denunciando (así lo veremos en los casos expuestos más adelante). Además también permite dar voz y representación directa a la vivencia subjetiva de la propia persona migrante situándolo en el centro de la repercusión y del contexto comunicativo.
Bibliografía
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